Queridos amigos,
hemos recibido una comunicación emitida por FIMIPEX (Federación de Militares Pensionados en el Exterior). Dada la contundencia del escrito, hemos decidido divulgarlo para el beneficio de nuestra justa causa: nuestros derechos confiscados. A continuación la comunicación:
"REALIDADES DE ALLÁ Y AQUÍ EN EL EXTERIOR
Documento original producido por la
FIMIPEX
Cualquier referencia se agradece citar la fuente
Buenas Noches o Días según corresponda.
Por estos aciagos días de nuestra trágica situación económica hemos sido
sorprendidos por una serie de comentarios inapropiados, acerca de nuestra
situación como militares pensionados residenciados en el exterior.
No sin sorpresa – reiteramos - se nos señala de vivir una vida cómoda en
el exterior, de desconocer la realidad socio-económica y política de nuestro
país al no vivir el día a día de la horrible situación imperante allá y de
pretender exigir privilegios excepcionales negados al resto de los venezolanos.
En muchas oportunidades hemos sido testigos de estos comentarios y nuestra
actitud sobre el particular siempre ha sido la de entender la falta de
comprensión que se posee, acerca de nuestra humillante situación y concederle
el crédito de la indulgencia a la fuente de tales criterios. Pero ahora hemos
creído conveniente, referirnos a este tema en una especie de autoexamen de
nuestra situación, que nos permita, tener elementos para ubicarnos frente a
esta visión de una manera objetiva y libre de apasionamientos.
Muchos de nosotros salimos del país hace más de 15 años por razones diferentes
de las políticas y otros por la necesidad de buscar una mejor vida para su
familia y/o perseguidos por la situación política imperante en Venezuela.
Cualquiera que haya sido la causa, lo real es que uno tiene derecho a fijar su
residencia donde crea existan las mejores condiciones para la vida y el
desarrollo y ello no admite ninguna discusión discriminatoria.
La paradoja de nuestra situación y la que viven nuestros compatriotas en
nuestro país, es que allá teniendo, aunque sea escasas y devaluadas por la
galopante inflación, disponibilidades de dinero; no se consigue que comprar y
ello es sin duda duro de aceptar y soportar. Por otro lado, nosotros que
podemos conseguir todo lo necesario para vivir una vida sin mayores
limitaciones, pero no contamos ni siquiera con escasas disponibilidades de
dinero para comprar y en la mayoría de los casos ni para comprar las medicinas
ni pagar los tratamientos médicos para subsistir.
Para ilustrar un poco esta situación, baste preguntar a cualquiera ¿cuál sería
su actitud y estatus si de la noche a la mañana el estado dejara de pagarle su
pensión? Seguramente contestataria que sería una tragedia o se vería forzado a
vivir de la caridad de familiares o amigos; que no podría afrontar el pago de
sus más mínimas necesidades y que su vida se transformaría en un caos. Seguro
estamos que esa descripción sería insuficiente para describir la atrocidad que
significaría vivir una situación como esa.
Ahora bien, entiéndase que los pensionados en el exterior no podemos
recibir nuestra pensión por más de tres años en algunos casos y en los menos
desafortunados por más de un año y no tenemos la suerte de contar
con familiares que salgan en nuestro apoyo, aunque sea aumentando el agua con
que se cuela el café para que alcance para todos. Sencillamente estamos muriendo
de hambre y vergüenza, porque el Estado Venezolano , uno de los países más
ricos de Latinoamérica sino el más, no puede cumplir con su obligación de pagar
las pensiones a sus nacionales en el exterior aunque sea seis meses atrasados o
una fracción de ella, cosa que hacen regular y puntualmente hasta los países
más pobres del mundo, como es el caso de Haití; y que para que ese agobio sea
mayor, deba enterarse de que el liderazgo institucional responsable de esta
cruel violación de derechos humanos, diga que no puede hacer nada por nosotros
y pretenda lavarse las manos .
La siguiente paradoja, tal vez puede arrojar una triste comparación entre una y
otra situación: Veamos
Poco a poco, antes del amanecer en Venezuela, una inmensa cantidad de sus
ciudadanos no se preparan para una nueva jornada de trabajo; sino para comenzar
la absurda y difícil tarea de comprar – si se consiguen – los productos para la
alimentación de su familia y /o las medicinas necesarias para curar las cada
vez más frecuentes enfermedades tropicales, lo que se traduce en angustia y
desesperación.
Poco antes del amanecer en cualquier parte del mundo, un militar pensionado o
Familiar con Derecho a Pensión, después de una de tantas noches de insomnio, se
prepara para una vez más verificar si su pensión finalmente ha sido autorizada
para ser transferida al exterior y tener que tropezar con otra absurda realidad
: hace más de una año que no cuenta con los recursos para vivir y tendrá que
bajar indignamente su orgullo de anciano, para seguir viviendo de la limosna
pública de una ONG u organización local que limitadamente le viene ayudando.
Ambas tragedias son caras de la misma moneda, la incompetencia del Estado
Venezolano para cumplir sus obligaciones sociales; pero en ambas la palabra “Tragedia”
no puede ser relegada y aparece en cada rincón de la vida diaria. Si bien es
trágico para unos “el tener y no poder “para el otro el “no tener y no poder”
garantiza una sola cosa: No supervivencia o pobreza extrema en toda la
dimensión negativa de la palabra, porque se trata de ancianos que han luchado
toda su vida por ganar esa pensión, que ahora algunos tildan de “privilegio
inmerecido”.
Ambas tragedias tienen un tronco común y debe ser evaluadas en su exacta y
particular dimensión porque si bien se pudiera señalar que “no tenemos una
clara visión de la realidad que se vive en el país”, tal vez podamos advertir
que tampoco se tiene una exacta comprensión del tamaño de la dramática
situación que vivimos, los que a duras penas subsistimos en el exterior.
En efecto, muchos han perdido sus casas por las ejecuciones de sus hipotecas,
en las cuales pusieron todos los ahorros de su vida al momento de comprarla;
otros fueron forzados a abandonar los hogares donde vivían por incumplimiento
del pago del alquiler por más de 3 meses y tener que vivir en sótanos o
habitaciones alquiladas o de la caridad humillante, que significa recargar sus
problemas a familiares o allegados. Ha habido casos documentados donde la Cruz
Roja, hospitales y otras organizaciones han socorrido a esas familias ante el
tamaño de su desdicha.
Otros muchos no pueden sufragar el gasto de sus medicinas y tratamientos
médicos, exigibles por las condiciones de la edad avanzada, el estrés y las
limitaciones a diario vividas. Se conoce el caso de que algunos han visto
llegar la muerte hartos de la angustia por la larga espera a la que este Estado
irresponsable y asesino le ha sometido con conocimiento de causa de los daños
causados, por no poder costear su tratamiento médico y aún más, después de su
muerte, no poder trasladar sus restos al país, por no contar su familia - ahora
abandonada a su suerte - para costear tal traslado.
Muchos, ¡muchísimos!, han tenido que afrontar ejecuciones
financieras forzosas de bienes y su historial de crédito, que le permitiría
solventar temporalmente su situación, se ha visto reducido a la calificación de
“alto riesgo”, con lo cual se le cierra toda posibilidad financiera y tener que
declararse en bancarrota, con las nefastas consecuencias que ello contrae. Otros
muchos, ¡muchísimos!, no han podido pagar sus facturas de servicios básicos
como de electricidad, agua, teléfonos y recolección de basura, sufriendo cortes
y teniendo que acudir a programas de beneficencia para, para los cuales la mar
de las veces no califica dada su condición migratoria, para recibir algún tipo
de ayuda.
Otros muchos sencillamente ven destruida su familia y los lazos que los une a
ella, ante el descalabro general de todo el andamiaje de soporte y frustración
del pensionado. ¿Puede alguien decir que esto es tener un
privilegio?
Se llega al extremo de no poder regresar a territorio patrio por no contar con
los medios para hacerlo ni mucho menos para recomenzar una vida a tan avanzada
edad.
Es la trágica situación de no poder vivir ni aquí ni allá: abandonados a su
suerte y teniendo que conocer expresiones de sus colegas y hasta del vértice
organizacional militar, tales como ... “quien los mando a irse al
exterior” ... como si ello fuera un delito castigable con la no
aprobación de las divisas para la transferencia de sus pensiones.
Esta sórdida y absurda percepción es usada para la descalificación de los que
hartos de la situación, se han atrevido a exigir respuesta de los responsables
directos de esta situación y por tal actitud se le endilgan toda clase de
epítetos, como si se trata de unos parias a quien hay que castigar por el
delito de abandonar su país, por muy diversas razones. “Quien los mando a
irse al exterior” increpo un alto jerarca militar al dar respuesta
a nuestros planteamientos y otros con similar responsabilidad en protegernos
socialmente, manifestaron ...” que no podían hacer nada por cuanto
tenían las manos atadas” expresiones que hacen crecer la desazón y
el desasosiego y la sensación de abandono e impotencia crece cada amanecer,
pero crece aún más el deseo de la lucha por el derecho adquirido que no una
limosna o privilegio.
La pensión no es un privilegio, es un derecho adquirido y lo menos que se puede
exigir es que el estado cumpla con sus obligación legal y moral de hacer que la
misma llegue a manos de sus nacionales, sin importar donde estos fijen su
residencia y sin otro costo que el de la transferencia de tales recursos.
Amanecerá cada día, después de largas noches de angustia y desesperanza, pero
cada día el convencimiento de lo que estamos obligados a hacer, nos impele a
seguir elevando y denunciando, a donde haya que llevar nuestra exigencia, el
cumplimiento de la obligación que tiene el Estado Venezolano frente a sus
connacionales, de hacer llegar a sus manos las pensiones que se ha ganado con
el fruto de trabajo, no importa donde estos fijen su residencia.
¡Ya basta de tanta ignominia!
FIMIPEX"
Mejor descripción de la realidad que vivimos día a día creo que imposible de hacer, más copio y pego : " uno de los países más ricos de Latinoamérica sino el más, no puede cumplir con su obligación de pagar las pensiones a sus nacionales en el exterior "
ResponderEliminarDiscrepo con "no puede " , simple y llanamente NO QUIERE porque de esa manera nos iguala a nuestros connacionales de tenenernos subyugados , ocupados en tratar de resolver nuestras necesidades mas basicas, y no conformes con eso se nos presenta con una imagen de vivir sin complicaciones y felices para asi crear una division mas y poner en nuestra contra a connacionales tanto jubilados como no. Lamentablemente va a ser muy difcil de convencer de que nuestra situación es una imagen en espejo como bien fue descrita .
Un fraternal saludo
Anónimo desde Montevideo
Qué bueno que han respondido. Ojalá esta carta también haya sido publicada en Venezuela, algunos de los comentarios denigrantes que refiere los he leído de connacionales y de algunas personas ligadas al poder. No sólo los militares, también civiles que servimos años a la patria, hoy padecemos porque nuestras jubilaciones y/o pensiones no llegan a nuestras manos desde hace más de un año.
ResponderEliminarCiertamente, descalificar a quien exige se cumpla con un derecho es otra formas de crear división en nuestra nación, en lugar de resolver el problema buscan injustamente excusarse. Nadie creerá que no pueden sencillamente NO quieren... para cumplir las obligaciones de la nación es que están en el poder, incumplir es cuestión de ineficiencia.
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