Usted, Dr. Nelson Merentes, que recibió su educación en nuestra magnífica Universidad Central de Venezuela, la casa que vence la sombra; usted que tuvo la oportunidad de hacer estudios de postgrado y doctorarse suma cum laude en la Universidad Eötvös Loránd, en Budapest; usted que ha sido un digno investigador y docente: ¿será posible que deje usted a sus paisanos, a sus profesores amigos, a sus compatriotas, a los militares jubilados que dieron su vida para defender la patria, en la más absoluta miseria?
En sus manos está, Dr. Merentes, con el poder que le confiere ser el máximo dirigente de nuestro (si, es nuestro, Dr. Merentes; usted es sólo su administrador temporal) Banco Central de Venezuela, racionalizar y asignar las divisas que se requieren para cubrir nuestras pensiones. No se trata de un favor, ni de una dádiva: se trata, Dr. Merentes, de nuestra supervivencia, de que en poco tiempo nos veamos desahuciados, o enfermos, sin poder pagar los medicamentos, o en la calle, y que tengamos que recurrir a la caridad pública para poder continuar vivos. ¡Que triste, Dr. Merentes, que al final de nuestros días tengamos los venezolanos, sus paisanos, que hacer cola para recibir un plato de comida, como si fuéramos refugiados de Siria!
Este es un dramático llamado, porque drama, y no otra cosa, es lo que estamos viviendo sus compatriotas en el exterior. El director de CENCOEX ya hizo su parte de la tarea; ya nos aprobó las solicitudes desde hace meses. El IVSS también intenta cumplir sus obligaciones y ponerse al día en los pagos a los pensionados. Pero es usted, Dr. Merentes, el que tiene la llave de las divisas, esas llaves que, cual San Pedro, cuida usted con tanto afán pero que no nos llegan. Sabemos que son muchas la necesidades a cubrir, muchas las presiones que sin duda lo acosan. Tenga compasión, apiádese de nosotros, Dr. Merentes, abra las bòvedas, que tan bien cuidadas están a su digno cargo.
Permita usted las asignaciones, haga usted posible que en esta Navidad, tengamos un alivio. Que en esta Navidad no haya ni un sólo venezolano pasando necesidades y teniendo unas navidades tristes por falta de sus bien merecidas pensiones. Por las noches, cuando usted comienza a conciliar el sueño, acuérdese de nosotros. Profesor colega y amigo: ¿duerme usted tranquilo, Dr. Merentes?
Por amor a sus compatriotas, Dr. Merentes: ¡resuelva de una vez nuestras penurias! En sus manos está...